La grandeza de la brevedad
Cada anécdota, además, cuenta con su respectiva fuente que permite su verificación
y una prudente nota al pie de página que contextualiza al lector. Rodríguez Pastor
ha construido el lado B de las y los peruanos más polémicos e ilustres, gracias
a las pequeñas historias que cazó en libros, revistas, recortes periodísticos y
registros audiovisuales durante cuatro años y medio, como señala el prólogo.
La anécdota, ese relato enano que siempre pasa desapercibido y es arrinconado
al olvido, contribuye a una revisión a tiempo completo de la historia, para redescubrir
a sus protagonistas y su entorno. El libro es, sin más, un elogio a lo fugaz, a
lo que cautiva, entretiene, impresiona, aterra por un rato, pero que puede
marcarnos de por vida. La anécdota en el Perú, luego de este libro, no volverá
ser tratada con desgana.
El libro está lleno de virtudes, una de ellas es su impronta cortazariana
porque no se ciñe a una lectura lineal; al contrario, se puede jugar con sus
carillas como si se tratase de una rayuela, impera el azar y no el orden. Otra
mención honrosa es que el autor incluye más de 15 anécdotas de peruanas a pesar
del “alarmante desnivel que existe en el Perú entre hombres y mujeres en cuanto
a producción de memorias”.
El relato breve que más me impactó fue sobre cómo se tituló el primer
poemario de Blanca Varela. Cuenta Fernando de Szyszlo, exesposo de Varela, que la
poeta le mostró a Octavio Paz un conjunto de poemas reunidos bajo el título de “Puerto
Supe”. Al ensayista mexicano le gustó el contenido, pero no el título. Le dijo
a Blanca que Supe no significaba nada, a lo que Blanca respondió: “Octavio, ¡pero
ese puerto existe!”. Y con el nombre de “Ese puerto existe” nació el primer poemario
de Varela, prologado por Paz.
El catálogo de personajes de “Causas y azares” lo completan filósofos,
deportistas, pintores, bailarinas, cantantes, historiadores, etc. El menú que
se ofrece es variado para todo tipo de comensales.
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