José Miguel Oviedo, gran crítico literario de Hispanoamérica

Oviedo escribió con agudeza sobre la obra de César Vallejo y Ricardo Palma. Por su libro “Mario Vargas Llosa: la invención de una realidad”, sobre su compañero de carpeta, es considerado el primer exégeta vargasllosiano.

Oviedo recibió el Premio Casa de la Literatura en 2014. [Foto: Casa de la Literatura]

Escribe: Stefanno Placencia

Hoy, 19 de diciembre, se cumple un año de la muerte física del crítico literario José Miguel Oviedo, quien en vida erigió una universidad literaria, labor que comenzó cuando devoró y reseñó un libro por primera vez. Oviedo, desde la adolescencia, creyó que la lectura y la crítica eran siameses. Ese axioma lo trasladó al mundo periodístico y académico, donde, hasta el cansancio, desarolló la crítica literaria.

En su juventud, influenciado por sus grandes amigos y mentores, los escritores de la generación del 50, decidió seguir el derrotero de la crítica literaria y quitó de su reseña de vida una posible vinculación a la abogacía. En aquellos años apostar por la crítica, sombra de la literatura que apenas existía, era, pues, una locura razonable. Sin embargo, José Miguel demostró ser un hombre de letras y no de leyes, y la transparencia fue la ley que rigió su vida.

En su breve estadía en el desaparecido diario “La Prensa”, donde realizó crítica teatral y literaria, desató una polémica, de las tantas que acumuló por convicción. En 1958, su crítica al poemario “Edición extraordinaria” de Alejandro Romualdo sentó en una mesa literaria a un pelotón de escritores e intelectuales en el Instituto José Carlos Mariátegui que, en defensa del poeta Romualdo, intentaron desacreditar las palabras del crítico literario. Oviedo, en respuesta, asistió a aquel debate para defender su postura sin dar tregua.  

Gracias a una invitación de Abelardo Oquendo, llegó en 1959 a “El Dominical”, suplemento cultural del diario “El Comercio”, para escribir semanalmente, con claridad y sencillez, reseñas que cultivaron el hábito de la lectura, de la buena literatura. Durante 15 años, se preocupó en mapear al lector, alejarlo de la prosa desorganizada, la verborrea y la retórica tramposa mientras omitía los agravios e injurias que le lanzaban las víctimas de sus artículos.

En las páginas de El Dominical, Oviedo gestó otra polémica que tuvo resonancia en el mundo literario de su época, cuando publicó un artículo titulado “Reynoso o la fascinación por lo abyecto” sobre “En octubre no hay milagros”, la primera novela del escritor arequipeño Oswaldo Reynoso. El crítico literario escribió que la novela tenía “páginas hediondas que deben arrojarse, sin más, a la basura”.

También calificó al escritor arequipeño como “un marxista rabioso” y “un autor fascinado por la abyección, la morbosidad y la inmundicia en que se revuelca el hombre de esta misma pudibunda ciudad”. Oviedo finalizó su artículo diciendo que Oswaldo Reynoso “quiere ser realista y satisfacer una intención política, y en este rubro fracasa. El gran tema de la procesión sigue esperando a su maestro”. Un bloque de escritores estaban en desacuerdo con las palabras del crítico literario, y otra vez el asunto intentó zanjarse en una discusión literaria.

Como señala en sus memorias, Jose Miguel Oviedo creó con su compañero de aventuras periodísticas Sebastián Salazar Bondy una columna en “El Dominical” para ridiculizar la mala literatura, la de “los artistas de pacotilla y las infladas declaraciones de ciertos intelectuales”. Su único maridaje fue con la crítica literaria y, en aras de respetar ese compromiso, no dudó en mandar a esos malos escritores al reformatorio y a sus libros a una biblioteca teratológica. Oviedo no creía en nadie, solo en su ejercicio de crítico literario.

Rodeado de prestigio, partió a mediados de los setenta a Estados Unidos para dictar clase como profesor visitante. Su pasantía se hizo vitalicia, entonces aprovechó para sumergirse en la investigación y dar su mayor aporte a las letras: su brillante “Historia de la literatura hispanoamericana”, repartida en cuatro volúmenes. Oviedo fue capaz de sistematizar todo el proceso de la literatura escrita en nuestro continente.

Sin estímulos, distanciado de la vanidad y la falsa modestia, José Miguel Oviedo ejerció la crítica literaria con pulcritud y elocuencia, y sus posibles deslices fueron minúsculos ante su mayúscula producción. Ratificó con su trabajo periodístico, académico y libresco que un crítico literario escribe mejor que un narrador. El tiempo le dio esa merecida distinción cuando ganó el Premio Casa de la Literatura en el 2014. Por cierto, el único crítico literario en recibir semejante galardón.

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