Javier Heraud: el último viaje del poeta joven

El poeta miraflorino murió a los 21 años en la ciudad de Puerto Maldonado. Hoy, 15 de mayo, se cumplen  57 calendarios de su deceso.



Javier Heraud describió el escenario de su muerte y dijo que él «al final moriría / alguna tarde / entre pájaros / árboles» (“El viaje”). Y así fue, pues Heraud quería «la vida con su muerte».


El liróforo, de manos y pies enormes, admiraba la literatura francesa e inglesa, recitaba con precisión a Shakespeare, leía a Proust y se refugiaba en los versos de Saint-John Perse. Heraud era un hombre culto y, desde muy joven, un obrero de la palabra.


Ingresó con 16 calendarios a la PUCP, donde coincidió con Luis Hernández y Antonio Cisneros y fundó el club de cine de su universidad. En sus caminatas por las calles Lima hizo amistad con los poetas César Calvo y Arturo Corcuera.


La coincidencia de ideas, además de la estrecha amistad, hizo que Heraud saqué adelante algunos proyectos con sus amigos; primero, con Hernández fundó la revista “Ágape” (1958); luego, con Calvo, “El ensayo a dos voces” (1961).


Javier se acercó más a la literatura y en 1959 administró la Revista Literatura, dirigida por Luis Loayza, Abelardo Oquendo y Mario Vargas LLosa, donde colaboraban reconocidos escritores del terreno local. 


El poeta joven eternamente


Javier, con 18 años, publicó su primer libro “El río", que inauguró la colección “Cuadernos del hontanar” (1960) fundada por Javier Sologuren y Luis Alberto Ratto. Tras su muerte la serie pasó a llamarse "Colección Javier Heraud”, en homenaje al poeta.


Luego, en diciembre de ese año, Javier coronó con su poemario “El viaje” en el concurso El poeta joven del Perú, organizado por la editorial Cuadernos Trimestrales de Poesía de Trujillo. Javier viajó a esa ciudad con su gran amigo César Calvo, con quien compartió el primer lugar del certamen.


En “El viaje”, publicado en 1961, Javier exploró su espacio y su tiempo, dejó testimonio de ello, testimonio-memoria de un poeta adolescente que vive intensamente: "Oscuro es el tiempo y lo ves/ las sonrisas de los días". 


Con su influencia británica, Javier  irrumpió en la poesía del 50. Su obra se resume en espacio, tiempo y, sobre todo, continuidad, continuidad de su corta vida que pereció, metafóricamente, en un río, “entre pájaros y árboles”.


Javier radicalizó su postura marxista con su periplo a Moscú, donde, como militante del Movimiento Social Progresista (MPS), asistió al Fórum Mundial de la Juventud. Aprovechó en viajar a países de Europa y Asia. En una breve estadía en París fue entrevistado por Mario Vargas Llosa.


Fuera de su patria, Heraud envió postales y cartas a sus familiares y allegados, en esos escritos se evidencia su espíritu revolucionario. «Voy a la guerra por la alegría, por mi patria, por el amor que te tengo, por todo, en fin», escribió en una carta dirigida a su madre, desde Cuba en noviembre de 1962.


Eran inicios de los 60, el mundo veía como se expandía el espíritu revolucionario del triunfo de la Revolución Cubana, la independencia de Argelia y la aparición de la segunda ola feminista. Heraud participó vehementemente de este clima político y cultural. 


El último viaje


En abril de 1962 Javier viajó becado a Cuba para estudiar cine -otra de sus pasiones- en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (Icaic). Allí, entusiasmado por sus convicciones revolucionarias, se enroló a las filas del Ejército de Liberación Nacional (ELN).


Durante su permanencia en La Habana, Heraud siguió escribiendo poemas y eligió el seudónimo de Rodrigo Machado, convergencia entre Rodrigo El Cid Campeador y Antonio Machado. Su poesía alcanzó un tono más crítico. 


Javier salió de Cuba, se marchó a La Paz con la finalidad de entrar al Perú y abrir un foco guerrillero con 50 hombres. Ese fue su último viaje. Surcando los ríos días y noche, Heraud consiguió burlar la selva boliviana para pisar suelo peruano con un primer grupo de siete compañeros.


Cayó abaleado el 15 de mayo en medio del río Madre de Dios, frente a la ciudad de Puerto Maldonado. Con él feneció su camarada Alain Elías. Sus cuerpos quedaron tendidos sobre la canoa donde trataron de zafarse de las rafagas de metralleta que dispararon los agentes del Estado.


Póstumamente, en 1963, su poemario “Estación reunida” obtuvo el galardón Primer Premio de la Poesía en los Juegos Florales, convocado por la Federación sanmarquina. Este libro confirmó el acercamiento de la palabra a la acción. 


Su muerte prematura a los 21 años y su legado poético simbolizan rebeldía y mística; sus contemporáneos, es decir, los jóvenes de espíritu, no guardan distancia de quien hizo de su juventud una etapa histórica. Heraud, el obrero de la palabra y el Rimbaud latinoamericano.


Para conmemorar a Javier durante la cuarentena


Este sábado 16 de mayo, a las 18:00 se realizará, por Zoom, la teleconferencia “El alma de Javier Heraud”, donde Cecilia Heraud, hermana del poeta, presentará su libro “Entre los ríos”.


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