Borges: "Solo quiero conversar con mi amigo Rulfo"

Reproducimos aquí el diálogo que sostuvieron los escritores Juan Rulfo y Jorge Luis Borge, donde este alude que su abuelo se podía haber llamado Pedro Páramo.

Foto: Rogelio Cuéllar, fotógrafo mexicano.

En 1996 en el número de estreno de la revista Fractal, fundada y dirigida por el académico mexicano Ilán Semo, apareció este diálogo reconstruido donde participaron dos universos literarios latinoamericanos: Jorge Luis Borges y Juan Rulfo. 

Borges visitó la Ciudad de México el martes 4 de diciembre de 1973. Apenas piso suelo azteca, el escritor argentino les "pidió un favor" a sus anfitriones. Quería hablar con su amigo Juan Rulfo. En respuesta, le sugirieron entonces un desayuno. «Pido clemencia —respondió—. Prefiero los atardeceres. Las mañanas me derrotan. Ya no tengo el brío ni las fuerzas para entregar al día lo que se merece. Hoy el crepúsculo me sienta mejor. Sólo quiero conversar con mi amigo Rulfo».

Rulfo: Maestro, soy yo, Rulfo. Que bueno que ya llegó. Usted sabe como lo estimamos y lo admiramos.

Borges: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver un país, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos «maestro», dígame Jorge Luis.

Rulfo: Qué amable. Usted dígame entonces Juan.

Borges: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones.

Rulfo: No, eso sí que no. Juan cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges.

Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?

Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.

Borges: Entonces no le ha ido tan mal.

Rulfo: ¿Cómo así?

Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.

Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.

Borges: Le voy a confiar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.

Rulfo: Así ya me puedo morir en serio.

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