El expresionista de La Parada

Hoy se cumplen 33 años de la muerte del pintor Víctor Humareda Gallegos. 

Para crear su arte, el pintor Víctor Humareda, amante de los arlequines, necesitaba de su paleta de colores, el acompañamiento de alguna pieza musical clásica de Beethoven y, lo principal, de inspiración, inspiración que encontraba en los alrededores del recinto donde moraba: la habitación 283 del Hotel Lima, en La Parada.
“Yo vivo por La Parada y veo personajes de mucha fuerza con miradas muy expresivas. Los pinto tal como son, desde vendedores ambulantes, mendigos, locos (…) los pinto en mi taller que es un hotel”, dijo Humareda en una entrevista. 
El expresionista puneño nació el 6 de marzo de 1920, luego a los 19 años se trasladó a Lima para ingresar a Bellas Artes, donde bebió del bagaje artístico de sus maestros indigenistas José Sabogal y Julia Codesido. Consiguió una beca en 1950 que le permitió arribar en tierras argentinas. Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova en Buenos Aires. Allí logró consolidarse como artista y mostró su primera exposición individual. Retornó a Lima dos años después y se aloja en un hotel de la avenida 28 de Julio, en la Rica Vicky, donde estaba La Parada que tanto amaba.
En una travesía por las ciudades de Barcelona, Madrid y París en los años 60 pudo estar cerca de las obras de Van Gogh, Rembrandt y Goya, experiencia que sería vital en su proceso creativo. De regreso a Lima, se instaló otra vez en el Hotel Lima, en La Victoria, lugar donde vivió gran parte de su vida, conoció a su discípulo andahuaylino Mario Sierra y, además, su arte pudo alcanzar los picos más altos de creatividad. Así La Parada tuvo su desborde expresionista.
En la obra pictórica de Humareda pululan las olas migratorias de esa Lima caótica que él supo entender y plasmar en sus óleos. La vida para él era el arte y su profunda dedicación a la belleza. Marilyn Monroe, su eterna musa —incluso él llegaba a bromear de que vivía con ella—, se vio reflejada más de una vez en su obra. Lo marginal era su fuente de inspiración, y a la Lima horrible de Salazar Bondy supo darle tonalidad como buen entendedor del color. 
Víctima de un cáncer a la laringe, el maestro expresionista dejó de existir el 21 de noviembre de 1986. Gracias Víctor, gran pintor de tugurios, cerros y asentamientos humanos, y sobre todo más cholo que expresionista.
Algo más: en el jirón Azángaro con jirón Huallaga, el artista plástico Marko Franco Domenak (@wafrancodomenak) hizo un mural en homenaje a Humareda, basado en las fotos que el fotógrafo limeño Herman Schwarz le tomó al pintor en Barranco en 1984.

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Mural de Víctor Humareda en jirón Azángaro.

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